Neuronas repiqueteando en LSD, floreciendo como nenas de doce años que estallan en satisfacción orgásmica o, mucho más... Y vos, del otro lado de la mesa, contándome orgullosa, narrando -que facilidad admirable tenés para las palabras- como en un cuento de hadas erótico, las mil hazañas sexuales que tuviste con tus novios y tus amantes y tus novias y tus pajas.
-No me importa.
Silencio...
¿Lo pensé o lo dije? Ella esta callada, con sus ojos clavados en los míos, entre teatro y borrachera. Creo que lo dije.
Y tres, dos, uno...
-Tus comentarios son de lo más ácidos, Nicolás.