sábado, 1 de diciembre de 2007

La abulia

El reflejo poco a poco fue aprehendiendo a desligarse de Teodoro, quien desfiguraba cada radiante movimiento reflejado en una sátira soez, llevando a la belleza hacia la deformidad... -¡Maldito seas Teodoro, deja de avergonzarme! ¿Acaso no te das cuenta que destruyes todo lo que te ofrezco? -Gritó el reflejo corroído en impotencia por no tener voz, mientras que Teodoro lamía el espejo con glotonería.
-Quizá la razón por la cual me lleno de cólera cada vez que no me oyes, cada vez que me ignoras, sea la misma que hace que te sermonee; tal ves no quiero que escuches mis insinuaciones, tal vez solo deseo liberarme del mea culpa -Dijo el reflejo con un tono sosegado que lógicamente Teodoro no advirtió.
Poco a poco, como todo en esta historia, el reflejo dejó de preocuparse por el rostro del iluso de Teodoro, quien ahogado en la vanidad y en su afán por la búsqueda de una identidad que ya había dejado escapar, se convirtió en una caricatura del reflejo. En ese momento exacto en el que Teodoro cruzó la delgada línea que divide la genialidad del desastre, sintió en su garganta un nudo que ningún curandero podría desatar jamás: la abulia de la belleza por entrar a su ser.