sábado, 20 de junio de 2009

Un ridículo vástago

La madre, hembra que ha parido, psicótica amante que adultera cual mirada amorosa en cada aspiración, gobierna con recelo al pedazo de carne revelado; lame sus ojos, muerde sus pezones y su boca; como parte del mismo ritual toma las manos del vástago y las coloca sobre sus pechos intentando devolver el retoño a su raíz.

Pero la belleza envuelve con una indiscreta caricia bajo el vientre la opulencia energética que su todo o nada le entregó: gloria extraordinaria / desastre extraordinario; aunque su consciencia se regocija en la esperanza y el deseo de la carne, su inconsciencia lo hace en el vigor de la juventud, pero ¿Alcanza toda una vida para reconstruirse de un amor obstaculizado?

El hombre -o el macho o la bestia- divide ambos polos, cuales parecen querer encontrarse más allá, como parafraseando en dúo el significado del deseo enredando sus lenguas en el fuego, se adentran en una riña épica que quizás nunca conozca fin.